Conferencia de Fernando Quadra-Salcedo
La Universidad Vascongada
Conferencia pronunciada en el Teatro Bilbao,
el día 16 de diciembre del año 1923
Señoras, Señores:
Por fin he podido hallar una tribuna, como muy bien decía un periódico local refiriéndose a este acto. El bloqueo ha sido vencido, y la Alcaldía dicha liberal ha desmentido su rango.
A un escritor, a un profesional de su carrera, a quien con su labor y la de sus amigos ha procurado para esta villa ocasiones de cultura, y sobre todo a un bilbaíno antiguo, amante como el que más de la invicta villa, en que sus padres sufrieron los gloriosos sitios, se le niega, fundando en no sé qué la negativa, un modesto salón para dar una conferencia.
Y se le niega por un Ayuntamiento de vecinos no elegidos por sufragio, y se le niega sin guardar en la negativa las reglas de un protocolo necesario e ineludible. Causé mi protesta, la causo ante la sensatez bilbaína y la causaré en donde se precise.
En momentos trascendentales para España, cuando ésta se libera, por virtud de los activos gobernantes, de los clásicos caciques, a tal punto que provincias como las de Palencia, nido de ellos, será dividida con un delenda vigoroso, aquí impera un caciquismo que me complazco en afirmar y sigue el pueblo la rotación de intereses mal creados y que no podemos consentir.
El germen primero de mi conferencia brotó precisamente del caos de opiniones que en el mitin de Arriaga se expusieron. Si allí hubiera hablado, como lo hubiera hecho de querer ceñirme a la brevedad del tiempo y a la lisonja de las circunstancias, mi opinión en este asunto, sobre el que opinan los que nunca en cosas de cultura han opinado, no hubiese diferido de la que hoy expondré.
Hace muchos años, e iniciada mí labor en 1912, estudié los antecedentes todos de nuestra capacidad en derroteros de cultura, saber y nobles disciplinas.
Desde entonces he publicado veinte volúmenes sobre estas materias y he redactado otros muchos, que irán saliendo. Mi obra práctica fue idear y crear, en unión del distinguido artista bilbaíno Alcalá Galiano, el Ateneo de Bilbao, fundando la revista Idearium. Institución de la que me han alejado con hartas malevolencias los mismos que han venido haciendo esa campaña soterrada acerca de esta conferencia que presumían lanzada en apoyo de tesis que para mí creyeron perjudiciales.
Yo no sirvo con mi palabra ni a tirios ni a troyanos; creo servir a mi pueblo y mi provincia, el viejo Señorío de Vizcaya, creyendo en su clara historia, comprendiendo su halagüeño destino y deseando leyes adecuadas para su mayor intensificación en todo orden práctico e intelectivo.
Sentido clásico de la Universidad
La Universidad nació con el primer sabio que tuvo discípulos; en Europa, con Abelardo, y como la ciencia es una e indivisible, floreció y se difundió. Cuando Abelardo y el Maestro de las Sentencias hablaban en París, sus disertaciones se transmitían a Bizancio y a Hipona, que eran entonces los confines del mundo sabio. La Universidad no tenía como medio de expresión sino una lengua, la latinidad; lo popular no llegaba al aula; ni en lenguaje ni en uso. Se precisa modelar la mente, y esto
era obra de los más selectos. Y este cuño primero lo conservaron siempre todas las clásicas; París, Salerno, Bolonia y las nuestras, Salamanca, Alcalá y hasta Oñate, procedían universalmente en la lengua, en los discípulos y sobre todo en los maestros.
Los bachilleres sopistas, claro está que caían en un localismo atroz; pero los graduados circulaban por el mundo sabio; cuando una vinculación política los retenía, se oía su verbo. Erasmo fue el maestro de todos, desde Rotterdam; Valla, la elegancia de estilo, desde Florencia; Facio, el iniciador de un sentido histórico, desde Nápoles; Ficino propagó el neoplatonismo en la misma Florencia, y Panormita enseñó al mundo universitario a divertirse con anécdotas y cuentos más breves y avanzados que los de Boccacio.
Y desde España se dominó Europa por el cuadro de profesores, cuando llegó la hora, como llega siempre; París, Milán, Salamanca oyeron a Vitoria; Valencia, Roma y la Sorbona, a Vives; Coimbra, Roma, Salamanca, al navarro Azpicueta; Augusta, Dilingem y Roma, al vitoriano Olave, y la flor universitaria del Renacimiento oyó en Trento a incontables profesores de esta tierra.
Localizar la ciencia pura, sistematizarla en la política local o general, me parece un error, al cual se debe el atraso indudable de la nación española.
Es difícil seguir las corrientes generales de la ciencia, por lo menos en ciertas Facultades, porque el engranaje de nuestras Universidades no tiene puntos de contacto suficientes con el ritmo de las extranjeras. Las revistas nos traen un incentivo de agilidades mentales, y a veces pocos libros, que llegan aquí tímidamente.
Dos enseñanzas de la cultura vascongada
Dentro del motivo universal que debe inspirar a un centro de tales estudios, la adecuación al medio produce lo característico; pero cuando este medio es suficientemente poderoso, da matiz y, a veces, personalidad al contenido universal, acrecentándolo y señalándolo notoriamente.
¿Y los vascongados han dejado huella individual o colectiva en la cultura del mundo? Es decir, ¿han incorporado algo de su esfuerzo en materias intelectuales a gran parte de la humanidad? ¡Sí, ciertamente!
Todos los tratadistas ingleses, alemanes e italianos, al estudiar el esfuerzo del mundo al finalizar la Edad Media, estudian detenidamente la figura de un paisano nuestro, al cual aquí se le conoce como santo, pero poquísimo como educador de cerebros, como maestro de maestros. Este tal es el vascongado Ignacio de Loyola. Su obra Las Constituciones, en su parte IV, instruye sobre la enseñanza. En ella fundamentóse el formidable plan del Ratio Studiorum, comenzado por Ledesma y realizado en 1583 por varones eminentísimos del mundo sabio.
La docta mano del solerte Aquaviva, hijo de los duques de Atri, general de la Compañía de Jesús, dio forma clara a los conceptos, algo senequistas, con que el noble guipuzcoano solía expresarse, y el Ratio Studiorum se impuso en todos los estudios y pasó a las universidades y academias.
Estudiar este formidable aparato de milicias mentales no es obra de la brevedad, sino de largo discurso; prefiere la enseñanza de las lenguas artística a científicamente; establece los tres ejercicios, el docente, la repetición y la controversia; conduce a la Filosofía y descansa en la Teología con el purismo reformista, y, sobre todo, establece reglas, que hoy perduran, para la formación de la jerarquía universitaria, prefiriendo la enseñanza del discípulo y su formación a la progresión y aumento de la ciencia.
Se acomoda mejor, por tanto, al tipo de la Universidad inglesa que al tipo alemán.
Hoy día el Ratio es el plan que se guarda en casi todos los centros del Norte sajones e italianos, y su emotividad cartesiana, en cuanto estudia las condiciones del universitario y su adecuación a disciplinas peculiares, acreditan la grandeza de este elemento traído al mundo por el esfuerzo de un vascongado.
El practicismo de Peñaflorida
Ya en San Ignacio se inicia evidentemente el practicismo, pero en Javier Munive e Idiáquez, fundador de la Sociedad de Amigos del País, se perfecciona sobremanera. Muchas páginas he trazado sobre estas cosas y a ellas me remitiría.
Fundar el Seminario de Vergara, instalar laboratorios, obtener por primera vez pura la platina o platino, descubrir el Wolfran o tuesteno como cuerpo simple, estudiar los yacimientos de minerales en Méjico, por gestión de Eluyar; perfeccionar el sistema bancario de Mirabeau, valiéndose de Foronda; impulsar la Compañía Guipuzcoana de Caracas; llevar, en fin, sorprendentes descubrimientos a todas las actividades, apoya bien el dicho del conde de Peñaflorida, Munive, que había que abandonar un poco la lógica de Losada y la filosofía del Estagirita por las ciencias físicas y experimentales.
Ambos documentos de la cultura vascongada, el ignaciano en el Ratio y el peñafloridismo en el laboratorio, se difundieron por el mundo. El tipo de Universidad moderna que creaba el Seminario de Vergara fue trasfundido inmediatamente a España y América; la Sociedad extendió sus socios por el mundo, y a nuestra tierra venían ávidos de cultura de países distantes.
La universidad nace y se perfecciona el medio
Si Hipólito Taine crea su teoría artística en torno al medio, tratándose de artes de la materia la influencia en lo intelectivo ha de ser más sutil y penetrante.
Se precisa, en mi criterio, concordar la Universidad gacetable con el medio en que se establezca.
¡Venga la Universidad oficial!, pero no juzguemos a priori, y una vez aquí, pondremos gran gala a ese maniquí, que ni siquiera es español, sino que representa una claudicación de la gran ciencia española, la predicha y elevada por Menéndez y Pelayo, ante las circunstancias políticas afrancesadas; Universidad para sacar alumnos, para improvisar gente como en tiempos napoleónicos, era preciso improvisarla con el fin de afrancesar la tierra.
Pero el problema es este:
Reforma general de la Universidad española
La Universidad española muere porque vive alejada de las grandes realidades científicas, porque su rutina de textos y programas, siendo con las salvedades de rigor, no forman al discípulo, que pasa a ser maestro en un caudal poco más crecido, porque el mismo Estado, a espaldas de esas Universidades, ha creado medios de estudio e investigaciones más a la moderna; porque no hay aliciente en el profesorado mal retribuido, ni sanción en la opinión que ve en el examen un paso no difícil de vencer, en vez de esperar su momento para revelar el esfuerzo de su información, las nuevas aportaciones que causa.
En el pasado régimen, buena parte de los ministros intentaron reformar hondamente la traza de la Universidad española. Quizá el proyecto de Silió avanzó más que ningún otro. La autonomía propuesta por cada Universidad, en cuanto a su peculiar estatuto, siempre, naturalmente, sancionado, alcanza a modificar sistemas ya gastados; aquel plan, acogido en nuestros claustros con entusiasmo, porque recababa para la corporación, sobre todo, facultades de verdadera personalidad jurídica en cuanto a legados y administración, pasó por la inestabilidad del viejo turno.
Hoy el Directorio abriga, lo sabemos, planes más amplios y selectos. Alejados de consejos tan altos, no podemos dar en concreto sus planes, pero parece un hecho la supresión de varias Universidades, la mejor consolidación de otras, las menos, la radical modificación de cursos y, especialmente, la locación de ciertas Facultades en ciudades más aptas o mejor preparadas.
Desde luego, se trabaja ya en formar escuelas especiales, con los fines altamente importantes que el Estado tiene para con el mundo y el derecho internacional, con los fines que nuestra misión nos asigna en la Historia.
Tres escuelas especiales se crearán para estudiantes españoles: la de estudios orientales de hebreo y árabe, en Palestina y en su ciudad de Jaffa, en donde se nos asigna el viejo protectorado de la Corona; la de estudios humanistas en Roma, en donde una tradición de sabios españoles, no pocos vascos, por cierto, conserva recuerdos de pasada gloria, y en donde la latinidad rige los destinos urbis et orbi; y la escuela de estudios marroquíes, ya iniciada para asegurar el plan sobre la zona protegida de Marruecos; estudios marroquíes en los cuales tenemos los vascongados, permitidme este inciso, dos precedentes guías, hoy los más antiguos y estimados, en la obra del bilbaíno Murga El moro vizcaíno, y en la gramática del religioso Lerchundi.
Si, pues, la Universidad española, gracias a la actividad directorial, sufrirá reforma, ha llegado el momento no precisamente de demandar la erección rápida de una Universidad en Bilbao, sino de entrevistarse con tan fuerte poder para decirle: «Bilbao y su provincia, las Vascongadas, necesitan una Universidad que, dado el puesto benemérito y situación próspera de aquella parte, será la Universidad modelo, la Universidad rectora, la Universidad a donde se acuda para realizar los estudios más diversos y útiles; queremos, pues, lo exigimos si preciso fuere, que en el plan a desarrollar no seamos olvidados; es más, deseamos formar parte de las Comisiones que dictaminen, queremos dar nuestras capacidades al estudio de este asunto y ofrecemos nuestros hombres al Directorio, los hombres vascongados que ya son catedráticos y los que no siéndolo ocupan un puesto en el mundo, como Torres Quevedo, que, por falta de Universidad aquí, vive alejado de nosotros, como Unamuno, como otros varios...»
¡Así seremos cooperadores!
La Pedagogía y la Universidad
Como preliminar para la Universidad se presenta un problema delicado ante la Pedagogía, la materia prima de la Universidad, la selección para la Universidad, la elección del alumno. El index dependerá de la instrucción primaria, y ¿cuál es nuestra instrucción primaria?
Según el expediente que para crear las escuelas de barriada obra en la excelentísima Diputación, el cuadro y sus cifras lamentable; no tanto como el resto de España, en donde según el último número de la Revista Pedagógica existen en España un 50 por 100 de analfabetos; de 45.000 Ayuntamientos, 30.000 no tienen escuela alguna. En 1921 fueron cerradas 300 escuelas por antihigiénicas; en los últimos ocho años sólo se han edificado 200 locales; faltan en España 30.000 maestros, si se da un maestro por cada 50 alumnos; los sueldos de 2.000 a 8.000 pesetas son distribuidos en las nueve categorías de modo absurdo, pues tan sólo 50 gozan de las 8.000 y 16.440 disfrutan de 2.000 pesetas.
Los imperativos pedagógicos
Siempre han preocupado los imperativos pedagógicos: formar el ciudadano. He aquí el fin de grandes y preciosos tratados de la antigüedad y de la modernidad. Chateaubriand, a quien tanto se ha recordado estos días con motivo de la muerte del hispanista Barrés, resume en tres tipos los educativos.
El hombre para la guerra, para la milicia, es el ciudadano de Esparta. El de Fenelón en su Telémaco; el joven para su religión y familia preferentemente, y, en fin, la teoría de Rousseau, en su Emilio, el hombre para la sociedad. El rusionanismo ha invadido el mundo, pero tampoco conviene olvidarse de Telémaco.
Modernamente, aquí ha quedado la Pedagogía pendiente de la frase de Giner de los Ríos, «cuando un nuevo método pedagógico no produce en el público ningún escándalo, no sirve para nada».
No conozco ningún escándalo, como creo que tampoco vosotros; Demolins, la Montesori se ensayan muy lentamente, especialmente en Barcelona. Sólo Manjón avanzó con algún resultado.
Si para formar la Universidad se requiere la selección del alumno y la elección de la profesión, claro se desprende la enorme importancia que, para nuestro objeto, tiene no olvidar la trascendencia inmediata de los sanos imperativos pedagógicos. Esto nos lleva a estudiar el medio bilbaíno, como antes dijimos, y el medio bilbaíno en cuanto al aprendiz o alumno, por un lado, y en cuanto al objeto de su estudio por otro.
Estudios iniciales, medios y altos
Dispuesta con buen trato de selecciones la materia prima de la Universidad, lo que ha obtenido de la instrucción primaria, se dibujan ya tres clases de aptitudes y tres órdenes de estudios en un mismo plan universitario.
Lo manual es lo inicial, porque requiere el menor número de facultades intelectivas; porque se refiere a tecnicismos sencillos; porque resuelve dificultades físicas de la materia generalmente, algunas de la inteligencia, pero siempre poco complicadas.
He aquí el obrerismo inicial, el aprendizaje, las labores sencillas, los oficios fáciles.
Lo medio son ya los oficios que liberan, las artes liberales; las que dan algún bienestar requieren el concurso de facultades intelectivas y, a veces, geniales.
Son las artes suntuarias, artes y oficios, tecnicismos complicados, en la madera, la piedra, el hierro, la electricidad, los metales y otras substancias y piedras preciosas; su línea suprema a veces la pintura, la música, la orfebrería, la escultura o imaginería.
Los altos estudios requieren ya el concurso de facultades intelectivas excepcionales en técnica y selección, dificultades físicas supremas en escultura, literatura, filosofía, cualidades volitivas y de asimilación como grandes empresas, movimientos de capital, gran banca, y comprende en sí, en su perfección, las anteriores selecciones y estudios.
¿Qué grado de cultura tiene Bilbao? ¿En cuál de las tres citadas categorías está en su máximum, en su frente más extenso, sin que esto sea negarle actividad en todas?
Bilbao se acomoda a toda la categoría media y tiene aún raíces en la primera algo fuertes, siempre necesarias y utilizables, aunque en menor grado. La enorme población de peonaje minero ha contribuido a ello.
Pero en el segundo grado entra de lleno; está en las artes liberales, sin llegar a lo genial; está en la primera manufactura, sin perfilar el arte; está en los estudios usuales, sin alzarse a lo universal.
Ni las humanidades, ni menos la Filosofía ni Teología preocupan a la generalidad, y no sólo estas facultades en sus problemas actuales, pero ni siquiera en los más fáciles de revisión e historia, cuanto menos en los de creación.
Me conviene tocar esa clasificación, que parecerá pesada, porque nos lleva a una consecuencia, al tipo de Universidad que Bilbao necesita, que las Vascongadas necesitan.
La Universidad del Trabajo
Quizá la Universidad del Trabajo sea una sección indispensable en la próxima Universidad que Bilbao exige.
Recordaba el señor Migoya, en alguna parte más laudable que otras de su discurso, que era lastimoso observar el que al acudir a la oposición de las dos becas para ingenieros industriales la flor de las escuelas, de los cuarenta presentados sólo dos victoriosos ganaban un porvenir halagüeño, sometiéndose los demás a un simple trabajo manual.
Aquí, en gran parte, podemos meditar el problema.
¿Es que entre la carrera de ingeniero industrial, por ejemplo, y un simple trabajo manual, de los de primera iniciación, no existen infinitos tipos de oficio, industria y arte adaptables a tanta diversidad de aptitudes como pueden presentarse en aquellos opositores?
Reflexionemos un poco, pensemos que la Universidad del Trabajo puede establecer esta pluralidad de industrias y artes, de pequeños y necesarios oficios, de actividades útiles de que Bilbao se halla tan necesitado.
En Génova funda Lojacomo la Universidad del Trabajo, en Génova, cuyas actividades industriales y comerciales tanta semejanza tienen con Bilbao hasta por el sentido ligur, que, según el profesor Stulchen, es un aborigen del vasco.
En Milán se completa esta enseñanza con la Escuela de Legislación Social, que tanto toca al obrero, y en Roma funciona la Universidad libre de Mutualidad y Cooperación, dirigida por el profesor Luzzatti.
Pero aventaja, a nuestro propósito, a estas instituciones, lo que se llama «Escuela o Universidad de orientación profesional», en la cual queda resuelto el difícil problema de la doble elección, la del discípulo y la del oficio, la del aprendiz y la de la industria.
Se busca la orientación colectiva y la individual; a cada industria, los aprendices que estadísticamente le corresponden en número y calidad; a cada aprendiz, la industria o el arte que le corresponda por su disposición y adelanto.
En Barcelona existe el Instituto de Orientación profesional Catalán; en Alemania era ley que hubiese este Instituto en pueblos mayores de 10.000 habitantes.
Por no existir en Bilbao ésta que pudiera ser sección de la Universidad del Trabajo se dan casos como el de los metalúrgicos; la aglomeración de cuyo oficio, en sus diversos oficios, es y ha sido siempre inmensa, a tal punto, que la continua oferta de buenas manos y operarios rebaja la ganancia y el salario.
Por otra parte, en oficios como el de artes gráficas, linotipias, &c., la oferta es escasísima y la importación del operario frecuente. Pensemos así de las industrias que conozcamos y nos convenceremos que urge en Bilbao esta instalación, la cual tal vez tienda a remediar, aunque no conozco los importantes trabajos que en la materia se han hecho; la Escuela Industrial, patrocinada por distinguidísimos ingenieros y personalidades locales.
Se evita también con este régimen el fracaso de tomar oficio que no les cuadre, por haber tomado sobre sí sacrificios, por ejemplo, superiores a su fuerza, a su facultad, lo que se hubiera evitado previo examen en los Institutos y gabinetes antropométricos y de observada graduación y aprendizaje como los que tan altamente están montados en los Centros Pestalozzi y Rousseau, de Suiza.
Ineficacia de la Universidad oficial actual y sentido vizcaino de la cultura
La realidad, señores, da a Bilbao su puesto en la clasificación anotada como cultura media en ascensión y parece que esto pide acuciemos para tocar un poco los altos estudios, bien Anacreonte y Píndaro, la Ciropedia y las Aisopou Muzoi, bien el de «Bello Gallico» y el de Senectute, perfectamente la Gramática, el Kalepino moderno y el Kleugen, pero para ello se precisa forzar la espiritualidad, demasiado positiva en Bilbao. Formarse sólo artísticamente, conocer por el arte, no aplicarla a un fin lucrativo inmediato y rápido, lo veo muy lejos de nuestras actuales disposiciones.
Dentro de todos los estudios, pero principalmente dentro de los altos, se define bien el sentido de la cultura vizcaína y hasta vascongada.
Un pueblo, el vascongado; una raza, la vasca, ponderada, única y altamente distinguida, ha trazado su ruta por los tiempos en torno a destinos muy determinados. Su posición geográfica y vecindad del mar hizo se buscara en él, como el encartado García de Salazar dice, «el conducho para comer»; al mar dimos pescadores primero, nautas más tarde, y almirantes, como flor. Éramos los más instructos del mundo, en frase de Anglería; llegamos a las pesquerías de Islandia y Terranova; instalamos la industria del bacalao; trazamos los primeros mapas de América; tal vez guiamos a Colón; rodeamos el mundo con Juan Sebastián, y alzamos en nuestros astilleros las naves en que Gaztañaga inventó el «quacer reduccion»; dimos los mejores textos, por mano de Mazarredo, a los guardias marinas de Trafalgar y el Callao; aplicamos la mecánica a la navegación con Blasco de Garay, y, finalmente, de arcas del Señorío de Vizcaya salieron de las pocas sumas para proteger al inventor del submarino.
La obra de descubrir, colonizar y prosperar la América de fines del siglo XVIII es tan propia de los vascos, bajo la augusta bandera del Carlo-terciamo, que su maravillosa actividad fue causa de que la rapacidad británica, los nietos de Drake, que tantos tesoros hundiera en el mar de naos nuestras, emprendiese el plan de suscitarnos guerras, con el doble fin de ir ganando pequeñas colonias, amasadas y civilizadas por nuestro esfuerzo y de levantar con luchas intestinas los grandes virreinatos.
Cuando iba a cristalizar de manera portentosa la obra de España y la obra vasca, de hondo sentido práctico, en la instalación de la Compañía de Caracas, beneficio del cacao y su monopolio, la del río Panuco y más tarde del petróleo la de la Icatoca, beneficio de la plata y la blenda; cuando el tipo de hacienda, llevado a Méjico por los vascongados, y muy especialmente por los encartados, era, en manos del hacendado y luego virrey Gabriel Yermo, de sorprendente producción y organización, quedaron reabsorbidas aquellas purísimas aguas por la codicia extranjera y por la interior revolución.
Fue el tercer destino histórico cooperar a la formación mental y política de Castilla, primero, y de España, después; la formamos reforzando con el vascuence la fonética castellana; la formamos entregando la sensibilidad del canciller Ayala a los giros de una lengua aún dura y no emancipada de la bárbara latinidad; dimos ayuda eminente contra el moro; matizamos la corte castellana con los consejos de maestros de príncipes, secretarios y embajadores de la talla de los Mendoza; fuimos luz en cátedras tan encumbradas como la de Santo Tomás, de Salamanca, por Francisco de Vitoria; la de Scoto, allí mismo, por el devenses Juan de Spila e Irrarazábal; la de Cánones en Coimbra, por el doctor Navarro, y dimos un traductor eminente a los sapienciales de la Políglota de Clabetos en el presbítero olvidado Juan de Gamboa.
De Trento tracé un libro, con datos, que prueban nuestra asistencia ilustre en tan difícil asamblea.
En el mar busquemos lo comercial; renovemos, a poder ser, las pescaderías, de lo que no hace muchos meses se trató en La Haya; preparémonos para ganar el mercado de América, que nos desconoce, y donde se da el caso que raras veces hay, por ejemplo, en el puerto de Buenos Aires, flete hábil para España de matrícula española; enviemos allí, no una falange de abogados y médicos, farmacéuticos y filósofos con sus Alcubillas, sus jeringas y sus dialécticas, sino capitanes de industrias, aguiluchos de taller y fábrica, guías de artes y oficios para estudiar, comparar y atraernos aquel mercado y lo incomparable de tales países. Con una universidad meramente oficial, sin más aditamento, conseguiríamos esto: una superproducción de cinco carreras, con notoria baja de la oferta.
Si los latos estudios no rinden para utilidad local, deben de rendir para la actuación en Madrid; siguiendo nuestro destino, hemos de seguir cooperando a la vida española, y aquí sí está bien refinar la palabra con el giro de cuño latino, afinar el pensamiento con la concepción nítida de Marco Tulio, avivar la respuesta política o cancilleresca con la Filosofía, comprender el alto destino del mundo con la penetración de la Metafísica y de la Teodicea, encauzar las rutas y los pueblos con el Derecho y la Sociología.
Esfuerzos culturales
No es posible que con esta trayectoria de destinos históricos, tan marcados en nuestra cultura, podamos abandonar la halagüeña perspectiva de levantar una Universidad, oficial por venir de donde vendrá, pero vascongada, por hallarse enclavada en provincia vascongada; vascongada, por la procedencia de los discípulos y maestros; vascongada por el culto constante que no solamente ha de rendir a las categorías de ilustre historia a que me refiero, sino porque ha de tener como uno de sus objetivos, por no citar otros, el estudio del vascuence con toda la amplitud necesaria, idioma reliquia de la historia del mundo primitivo, lengua isla en medio de las neolatinas, idioma que representó una civilización hoy desaparecida, y a cuya reconstrucción apenas llegamos con la mayor intuición y ayudados de recientes estudios prehistóricos sobre hallazgos, idioma que los vascos tienen no sólo derecho, sino obligación de lesa humanidad de conservarlo, y el atentar contra él en su menoscabo, limitación o reducción, implicaría un crimen que nadie y por ningún concepto puede en buena vizcainía tolerarse pacientemente.
Y el estudio del Derecho foral o vascongado, tan maltrecho y hollado hoy, y del que sólo se guardan restos en lo civil, y aun éstos expuestos cada día al desmán y a la equivocación, como en reciente sentencia de alto Tribunal, la cual, a mi criterio de letrado, no puede escaparse, ¡oh vizcaínos que me escucháis!, que quebranta el firme principio de troncalidad, principal institución hasta ahora respetada, de nuestro privativo derecho, pues pospone en la herencia de los bienes raíces al tronco de donde proceden en relación con un extraño; sentencia ante la cual, que parece ser el principio de otras muchas, debemos los vascongados y los vizcaínos ponerla respetuosamente sobre la cabeza, pero repetir razonadamente el se obedece, pero no se cumple.
Ese alto Directorio, que en su manifiesto reconoce la región y el regionalismo, y que se apresura a definirlo con hechos, sabemos estudia el problema vascongado, que existe con claridad meridiana como hecho, y que, como decía un diputado bilbaíno en el Congreso, (el señor Lequerica) es preciso resolverlo, pero, señor Lequerica, resolverlo con la capacidad rectora de la suavidad y diplomacia, no con la malévola insinuación lanzada a la atroz deriva contra un presidente de las Diputaciones hermanas.
En la región, la Universidad
La Universidad cabe en la región; se precisa para formar el alma especial y cooperadora de España y su gran obra con la región.
Sabemos que este es un punto difícil y delicado; nuestra obligación está no en dejarles obrar por sí, sino en cooperar.
Maura sintetizó bien las dos actitudes de España ante el nuevo giro de cosas. Vio que, dado el carácter, habría más espectadores que cooperadores, y previno sagazmente el mal. Vino a decir que fuéramos cooperadores.
Cooperar es no sólo obrar omitiendo el mal, sino cumpliendo el bien en obras eficaces.
Para solucionar el problema de la región es preciso acercarse al Directorio, conocerlo, ver su pensamiento, ofrecer apoyos, obrar con él, para que la trasfusión sea eficaz, paulatina, igual, generatriz; pero evolucionando, evolucionando hacia el hombre civil, hacia el poder civil, rodeado de suma autoridad y prestigio, basado en la rapidez y rectitud de la justicia, en la visión compleja de lo moderno, en la agilidad de la resolución, en la supresión de sistema y de su instrumento más vetusto, el expediente.
Porque en España son buenas las personas, pero infame el sistema, y el sistema no precisamente en sus grandes líneas constitucionales, que todos acatamos, sino en sus detalles, a veces en los más mínimos.
Si los vizcaínos, fundados en su prosperidad, dejasen a un lado la proverbial timidez que tanto les aleja de la política, acaso por cierta falta de agilidad parlamentaria y política, podía y debía cooperar Bilbao y sus hombres a la obra del Directorio, pero dentro del mismo.
Si ellos no cooperan, los intelectuales nos veremos obligados a abandonar la modestia de nuestros despachos y cuartillas para trasladarnos a los salones gubernamentales y firmar los destinos gloriosos de esta nación española, una de las más grandes de la humanidad.
Reflexiones
¿Cómo puede explicarse la suspicacia de algunas frases lanzadas en Arriaga, principalmente dirigidas al señor Elorza, en estos momentos de regionalismo risueño en que cada región ha de recobrar su natural posición, en que cada organismo natural será devuelto o agregado al suyo propio, en que coincidirán en la región los organismos autoritarios y de justicia que a veces la disociaban, con harto daño, en que dentro del territorio regional estará la Audiencia, el Arzobispado y los demás símbolos y realidades de la administración y la prosperidad; en que, como decía el imborrable manifiesto del glorioso día 13 de septiembre, se presentarán los idiomas y aun las enseñas amorosamente guardadas en los viejos archivos y en las venerandas iglesias regionales?
¿Es que acaso el señor Lequerica pretende fundar el partido regionalista vascongado, es decir, el partido fuerista o foralista, tan en consonancia con la grandeza futura de España, o es que mira en el señor Elorza al caudillo del regionalismo y del fuerismo, rodeado de sus naturales adeptos los ex diputados a Cortes y senadores por Guipúzcoa? ¿Peligroso el señor Elorza? Lo será para los planes inconfesados del señor Lequerica. Pero aun así, ¿cómo puede el señor Lequerica llamar peligrosa a una personalidad, y en general todo acaudalado vascongado que prospere y haya prosperado a compás del Concierto económico, si el señor Elorza ha sido siempre su acérrimo defensor?
¿Qué se pretende con ese movimiento de desvinculación entre las provincias hermanas? Y no lo digo sólo precisamente por el acto de la Universidad en Arriaga, sino por la atmósfera que sobre tales asuntos se viene palpando, hoy más acrecentada con motivo de la impasibilidad para la protesta.
La Liga Monárquica Vizcaína, que en un momento difícil prestó servicios ilustres a la unidad de la Patria española, se acuerda tarde de llevar a su exhausto programa este tema de la cultura y de la Universidad; arrepentimiento tardío el de un sector de opinión, que teniendo tanto que recoger y aquilatar en el campo de la cultura vascongada, abandonó todo por seguir únicamente la prosperidad material, que cuando no va unida con la mental y artística, tampoco asciende demasiado; abandonó aquella trayectoria trazada aquí por los eminentes personajes conservadores, a quien en sabiduría debemos tanto, y que se llamaron Villabaso, Zabálburu y Sagarmínaga; tradición que sólo en parte recogió la actividad del ilustre don Pablo de Alzola, y que luego ha quedado rota y abandonada.
El nacionalismo, mal orientado en muchas cosas, ha laborado sin cansancio y ha dejado entrever problemas culturales desconocidos para los veneros de la pública riqueza.
Agregados universitarios
Contamos en Bilbao con importantes núcleos de cultura y enseñanza que se precisa concordar en torno a un idéntico estatuto central.
Existe lo comercial, desde el peritaje hasta la intendencia; tenemos la Universidad Comercial de Deusto, de la cual acaba de decir un enviado belga, que por encargo de aquel gobierno ha visitado América y Europa examinando centros de tales estudios, que el de Bilbao es uno de los mejores del mundo por su organización, variedad y calidad de profesorado. Conocemos la Universidad de Deusto con su facultad de Derecho y la de Letras, en sus tres ramas, antes proindivisa, la que podría ser en sus funciones y objetivos algo parecido a lo que fueron los antigüos Colegios Mayores de Valladolid y Salamanca, en los cuales los Padres de la Compañía ocuparon un puesto tan señalado por medio de sus organizaciones en lecciones, controversias, grados y cátedras.
Se eleva el Santo Hospital llamando a una facultad médica de enseñanza e investigación. Brillan las factorías siderúrgicas que piden la localización en Bilbao, además de nuestra Escuela de Ingenieros, de centros instalados con las bases de orientación profesional en artes y oficios ya estudiados.
Lo importante es el engranaje de ruedas que giran distanciadas; el sistema y los últimos fines.
La reorganización de los estudios de náutica, pilotaje, y aun de marina de Guerra, ¿no sería en Bilbao, además de sentido tradicional, ventajoso para el Estado?
Demos autoridad a una junta de notables en estas rutas de nuestro esfuerzo y con poco más de firma por parte de los altos poderes, obtendremos quizá una resultante prodigiosa; pero para ello se precisa apercibir el espíritu a la cordialidad y al vascongadismo sobre la fe universal de la grandeza de España.
A los buenos vascongados nos toca recoger estas cosas y llevarlas a la Universidad vascongada y gacetada, que puede y debe fundarse en Bilbao, pero que en otras ciudades del país puede tener sus secciones.
¿Cómo instalar en Vizcaya cuanto se necesita para campos de experimentación, cultivos intensivos, plantaciones forestales de ciertas clases que aquí no se dan y que son propias de otros contornos de la región, y que, por ejemplo, en Navarra estarían tan adecuadamente?
En Bilbao estará la Universidad porque estará el edificio la mayor parte del profesorado, porque aquí serán las oposiciones, se darán todos los grados, y aquí, en esta gran urbe, estará el paraninfo universitario, la lumbre del moderno genio vascongado y vizcaíno, que ojalá sea un modelo para España, como modelo fue el Seminario experimental de Vergara; entonces habremos cumplido el implícito consejo de don Antonio Maura: «no ser espectadores, sino cooperadores».
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